El arte ferroso de Roberto Rosas
Con el hierro se marcó a los esclavos, se marca al ganado, y cuando el hombre se vuelve bárbaro, a los prisioneros. Roberto Rosas ejerce el oficio de sublimarlo, para que el hierro sirva al espíritu.
Con el hierro se marcó a los esclavos, se marca al ganado, y cuando el hombre se vuelve bárbaro, a los prisioneros. Roberto Rosas ejerce el oficio de sublimarlo, para que el hierro sirva al espíritu.
El hierro es gris, ligeramente azulado.
Roberto Rosas lo entinta de oscuro y para él es todos los colores.
El hierro es dúctil, pero al martillo.
Roberto Rosas maneja martillo, fragua y soplete: es un herrero mágico y el
hierro obedece a sus prodigios.
El hierro candente es albo. El hierro, cuando
Roberto Rosas representa a un niño, es blanco de toda blancura de ingenuidad y
pureza.
El hierro es dulce, o así se llama, cuando se
libra de toda impureza. Dulces son, de esa acepción despojada de todo lo
impuro, los dulces hierros de Roberto Rosas.
El hierro fue y es punta de flecha, venablo,
carga de veneno y de muerte. El hierro de Roberto Rosas cuenta la vida, y es
lástima que la vida sea tan dolorosa y triste, aunque derrame sobre ella, más
que la pena, su compasión, y por belleza, redime el encanto.
Pero algo de flecha conservan, los hierros de
Roberto Rosas pues de la flecha guarda la aptitud del impacto en un punto, la
calibración afinada y la punta afilada que se llama ironía.
Todo cuanto existe puede ser entendido
-iluminado tal vez- por lo contrario de lo que es. El hierro solo es mero metal
neutro. El hierro de estas esculturas es una especie de humanidad figurada, que
toma el cálido partido de un humanismo elemental que te acompaña y te abraza.
El hierro es tenaz. Roberto Rosas también.
Déjenlo hacer y verán. (¡Y aunque no lo dejaran!).
Un niño gordo con su perro gordo. Un niño
flaco con su perro flaco. A la niña graciosa y linda, sobre el vestido y sobre
la carita le están naciendo espirales.
Cuando seamos hierro, le han dicho a Rosas
sus esmerados dibujitos del boceto, no nos mandes todavía ni a las plazas ni a
los patios. Déjanos en el mundo privado que tiene la gente. Seamos intimistas,
Roberto.
Edad de hierro, Martín Fierro, Arte Ferroso.
A cada uno lo suyo. Al arte Ferroso, la devoción y el talento de Roberto Rosas.
Antonio Di Bendetto
1972
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